El cineasta Rodrigo Cortés presentó esta semana en Zaragoza su nueva película, Escape, en un preestreno que incluyó un coloquio con el público. El filme, producido por el legendario Martin Scorsese, cuenta la historia de N., un hombre interpretado por Mario Casas, que se enfrenta a una lucha interna tan intensa que lo lleva a desear, paradójicamente, entrar en prisión.
Escape desafía las etiquetas convencionales. No es simplemente un thriller, ni una comedia, ni un drama, sino que combina elementos de todos estos géneros para ofrecer una narrativa única que se escapa de las definiciones tradicionales. Cortés construye una historia que explora los recodos más oscuros de la psicología humana, una temática que atrajo la atención de Scorsese, conocido por su interés en personajes complejos y atormentados.
Mario Casas y un reparto estelar
En el centro de la historia está N., un personaje encarnado por Mario Casas, que busca refugio en los muros de una prisión. Abrumado por la vida y la constante necesidad de tomar decisiones, N. anhela la paz que cree encontrar en el confinamiento. En lugar de luchar por su libertad, pelea por su derecho a ser encarcelado, desafiando las normas legales y morales que rigen la sociedad. Es un viaje que deconstruye las ideas preconcebidas y revela la desesperación de alguien que busca el sosiego en la renuncia.
El elenco cuenta además con una lista impresionante de nombres como Anna Castillo, Guillermo Toledo, Blanca Portillo, José Sacristán, Juanjo Puigcorbé, Albert Pla y Josep Maria Pou. Cada uno de ellos aporta su talento a la película, a veces con apariciones breves pero significativas, como pequeños satélites que giran en torno al viaje de N., componiendo una serie de episodios que, aunque diversos, siguen una premisa común.
Un giro inesperado al cine carcelario
Escape se aleja de las narrativas convencionales del cine de prisiones. Aunque en esencia se presenta como un drama, se nutre de momentos de humor absurdo y situaciones insólitas. Rodrigo Cortés ha construido una película que juega con las expectativas del espectador, haciéndole creer que la historia tomará un rumbo, solo para desviar la trayectoria por la obstinación del protagonista. Esta forma de narrar, alejada de las comedias costumbristas habituales en el cine español, permite a Cortés mostrar su estilo puro y distintivo como director.
La repetición de situaciones en la película genera una auténtica sensación de claustrofobia psicológica, reflejando los límites reales que la sociedad impone al individuo. Escape llega a parecer, en ocasiones, una versión castiza de El proceso de Kafka, explorando temas como la salud mental, la religión y las normas del estado desde una perspectiva que nunca se había visto antes.
Una historia que desafía las expectativas
Rodrigo Cortés presenta en Escape una película que no se ajusta a ninguna fórmula conocida, haciendo que el lienzo narrativo quede en blanco para permitir múltiples interpretaciones. Aunque podrían contarse doscientas historias diferentes con la premisa inicial, Cortés tiene claro el relato que quiere narrar: el de un hombre que busca la paz de la prisión como un escape de la libertad misma. Esta historia, a pesar de su absurdo y aparente incomprensibilidad, desafía las expectativas del público y redefine lo que entendemos por drama carcelario en el cine.
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