En Cómo cazar a un monstruo Lluís Gros Martí, gerente del cine La Calàmbria, de El Masnou, condenado a 23 años y ocho meses de prisión por haber abusado sexualmente de varios menores tenía claro lo que hacía cuando tocaba la puerta de Carles Tamayo. Necesitaba un altavoz que mostrase al mundo “su situación”.
Formar parte de la industria durante tantos años le ha demostrado que el contenido audiovisual mueve, remueve, cala, deja poso, genera opiniones, corrientes y sirve para conseguir objetivos.
Y eso es lo que precisamente ha generado la pieza final, Cómo cazar a un monstruo, aunque exactamente no con el resultado que Lluís Gros esperaba.
El joven que proyectaba sus primeros cortos de adolescente en el cine de Lluís se ha consagrado con un documental complicado de ejecutar por lo disperso que es su protagonista (me gustaría preguntarle a Tamayo cuántas horas de grabación tiene de ese hombre) por la delicadeza del asunto, por la ineficiente justicia; y aún con todo eso en contra, nos ha sabido condensar en tres capítulos una historia que además de entretenida tiene aprendizajes que espero que nos sirvan para reforzar la justicia, para quitar ese estigma clavado en esta sociedad de que la víctima es culpable de algo y alertarnos de que el diablo no viste con cuernos y cola y desayuna un bocadillo de fuet en la mesa de al lado.
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